Los Fantasmas de la Torre Quemada (Priv Aysha/Entrenamiento/Captura)

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30 Pv - 10 Pv

Comencé a limpiar los resto de huevo del pequeño Pichu, acariciando la piel amarillenta de la criatura con sumo cuidado.
Entonces vi el estallido ardiente a mis espaldas y me incorporé, sobresaltada. Guardé rápidamente la pokéball de Gengar en el bolso y me incorporé, guardando a Pichu en la bolsa. Eevee caminó a mi lado hacia Kaguya.
El joven Smeargle había podido con el Magmar, pese a que había acabado desmayado en el suelo.
Miré a la joven Kaguya, casi la había olvidado con el nerviosismo de haber perdido de vista a Eevee.
-Venga, será mejor que busquemos la salida...- Susurré.
No sabía como se había tomado el hecho de haber sido derrotada en ese último golpe, pero el Smeargle era más fuerte de lo que parecía aparentar. Miré alrededor sin saber qué más decirle, cuando di con una joven a la que no había visto.
-Oh... hola.- De verdad, llevaba años viviendo en esa torre y estaba segura que nadie solía entrar. Comenzaba a creerme que era una mentira de mis padres, o de Izz, para que no entrase, porque no podía ser que fuera tan común pasear por esa torre. Eevee se colocó a mi lado, tal vez intimidada por el gigante Luxray que estaba a su lado. Sin duda alguna, era majestuoso... Apreté los labios y miré a Kaguya, supuse que se conocerían, la joven parecía sonreír mientras miraba a Kaguya, al tiempo que se acercaba. Instintivamente di un paso hacia atrás, procurando no molestar en su reencuentro. Al tiempo se me ocurría pensar que podían hablar fuera, en un lugar soleado y con un olor agradable y no a quemado, pero mejor guardarme eso para mí.

El pequeño Pichu se había dedicado a rebuscar nada más ser guardado en mi bolsa, notaba ligeros golpes casi constantes en el costado, como si estuviera desenterrando algún tipo de secreto.
Al ver que había mucho interés en la bolsa, y que la joven indicaba su nombre, Pichu salió, sus orejas ocultas tras un claro sujetador lila que recogí y guardé con un rápido movimiento de mi mano. Lo mejor de todo es que mis mudas estaban en una bolsita aparte, y al revisar la mochila vi que estaba todo revuelto, y el contenido de las bolsas esparcido entre la ropa. Me alegré de no llevar nada más que frutas para comer, aunque mejor arreglar eso más adelante. Saqué a Pichu, dejando que la joven le entregara una cereza.
- fue un regalo... un huevo que me entregó un señor al poco de dejar mi casa. Al parecer era un pichu.- La criatura se removió entre mis brazos y alzó la cabeza al escuchar su nombre, reí.-Y sí, acaba de abrirse.
Me giré, una luz estaba reluciendo a nuestras espaldas y pude ver al Magmar de Kaguya resplandecer. No necesitaba que me explicaran lo que estaba pasando, es más, se veían las facciones del pokémon fuego cambiar sutilmente. Miré a Kaguya con una sonrisa, felicitándola mudamente por la evolución de su magmar.
La otra joven que había aparecido, Aiba como la había llamado Kaguya, comenzó a hablar de por qué estaba ahí, mostrando sus cuatro medallas pokémon. Sonreí al verlas, eran brillantes y se notaban bien cuidadas. Cerró su estuche y se dirigió a mi, a lo que sonreí.
-Es un placer Aiba, me llamo Aysha- La similitud fonética de nuestros nombres me hizo sonreír, estreché su mano procurando que Pichu no aprovechara esa libertad para escaquearse.

Off:

Me giré hacia kaguya cuando me felicitó, y sonreí, aunque admito que no sabía exactamente el motivo. Era una felicidad extraña pues no había hecho nada por el huevo. Vamos, nada más que tenerlo conmigo y cuidarlo, pero... ¿Debía felicitarme por ello?
La verdad es que sentí que sí. Me mordí el labio inferior y acaricié la cabeza amarillenta del pokémon, entrelazando mis dedos en los mechones más largos de su cabello.
Sin embargo mi felicidad se apagó cuando Kaguya expuso la realidad. Estábamos encerradas todavía, y lo mejor sería salir. Se me ensombreció la mirada y sentí a Pichu escaparse de mis manos en el mismo instante en el que Vulpix salía de su pokéball, comenzando a jugar con el Vulpix. Reí levemente, me gustaba ver que tenía amigos nada más nacer, y sobre todo en aquel sitio.
Entonces pasó algo raro, una piedra cayó de la bolsa de Aiba, repiqueteando contra el suelo y cayendo cerca del Vulpix. Me quedé asustada al ver que lo envolvía una potente luz blanca, aunque no tardé en comprender que había sido una piedra fuego lo que había caído de la bolsa de Aiba. Había sido un fuerte despiste y una extraña coincidencia, pero el Ninetales era hermoso, sin lugar a dudas.
-Vaya... un despiste en el mal momento.- Murmuré, todavía observando sorprendida al Ninetales, quien seguía jugando con Pichu como si nada hubiera pasado, pese a su evidente cambio de tamaño.
Pero creo que la emoción duró poco.
Escuché un chillido lejano, un ruido que no tardé en caracterizar. Misdreavus, un pokémon como el que hacía poco había capturado, apareció en el centro del pasillo atravesando una pared. Y a lo lejos dos Murkrows debían haberse sentido también atraídos por nuestra cháchara.
Hice cálculos rápidos, sacar a mi Misdreavus me parecía una locura, Eevee estaba descansando tras su último combate con el Ghastly y Snivy no era una buena idea contra un pokémon tipo volador.
Ya estaba sacando la pokéball de Eevee cuando vi a Pichu corretear hacia uno de los Murkrow, no sé si con ánimo de luchar o solo con curiosidad. Pero tropezó por el camino y el pokémon cuervo se rió, haciendo que se enfurruñara y de sus mejillas salieran unas chispas.
Ni siquiera me dio tiempo a decir nada cuando vi que se lanzaba usando impactrueno sobre el Murkrow.

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Arqueé una ceja, mirando a Aiba con algo de desconcierto. No había querido sonar borde, y esperaba que no me hubiera notado ese carácter, pero admito que me dolió escuchar ese comentario.
-Lo decía por no ser su piedra fuego.-Murmuré, haciendo todo el énfasis posible en la palabra "su". Tal vez me estaba pasando, pero el sitio me comenzaba a poner incómoda y tampoco estaba para obviar su forma de hablarme.

Por otro lado, el impactrueno de pichu fue casi tan potente que había dejado al Murkrow con cara de pocos amigos y las plumas erizadas. Me sorprendí al ver al pokémon siniestro con un aspecto tan gracioso, y sentí que se me iba un poco de la tensión que había acumulado durante la primera parte del encuentro.
- Está bien, Pichu, parece que tienes ganas de enseñarle al Murkrow quién manda. ¿Y si repites el ataque? Vuelve a usar Impactrueno- Pichu se giró y me miró, antes de asentir y dejar que unas pocas chispas escaparan por sus redondas mejillas rojas, haciendo que el Murkrow retrocediera, asustado, antes de atusarse las plumas y elevarse del suelo.

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